Antonio Muñoz Molina: “Hoy triunfan ficciones destructivas y delirantes como que los musulmanes nos están invadiendo y van a islamizar Europa”

Un retrato del genio del Siglo de Oro que, a diferencia de Quevedo, Góngora, Lope o Santa Teresa, no tuvo quien le pintara. Un retrato de Miguel de Cervantes –el que conocemos por los libros, con gola y barba afilada, atribuido a Juan de Jáuregui, no es él– y, sobre todo, de su personaje inmortal, del Quijote. De ese libro que Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) encontró por primera vez de niño en un baúl en el pajar del último piso. Un Quijote de bordes chamuscados que su abuelo materno había salvado de la hoguera en el patio del cortijo de Úbeda en el que trabajaba como mulero cuando los milicianos entraron para colectivizarlo en 1936. Un Quijote que es el libro que más veces ha leído el autor de El invierno en Lisboa y en el que se adentra para explorar la risa, la ficción, la locura, la mentira, los mimbres de la vida, entrelazándolos con la suya, en El verano de Cervantes (Seix Barral).
Un Cervantes, apunta, que “tuvo una vida de una riqueza tremenda” pero “que desde niño ha conocido la pobreza, una hidalguía tronada, su padre era cirujano, un barbero, sacaba muelas y arreglaba brazos torcidos”. Luego, “Cervantes tiene una vida muy errante. Con 20 años, se ve en Italia y se encuentra con la vanguardia literaria y estética más importante de Europa, que lo marca”. “Y de pronto está en el ejército y siendo novato se ve en la batalla de Lepanto. Es malherido y tiene otra escuela, el cautiverio, que le da una visión del otro lado del Mediterráneo. Se ve durante cinco años en ese mundo. Y habla esa lengua mestiza de Argel”, resalta.
“Cuando vuelve a España, ve que sus aspiraciones han quedado frustradas y tiene que dedicarse a trabajar como recaudador, a ir a incautar trigo y aceite para la Armada Invencible, a la que escribe un poema admirativo. Y después va viendo el declive de todo eso”, resume. Y dice que “como escritor, es alguien que ha tenido cierto éxito en el teatro y de pronto se ha visto postergado. Y esa mezcla de conocimiento y de estar un poco al lado le da su peculiar lucidez”.
“No ha existido nunca una maquinaria de engaño, dominación y manipulación como la que hay ahora”“Para mí es el modelo del escritor porque tiene al mismo tiempo la pasión por la literatura y el conocimiento de la realidad, conoce cómo habla un campesino, un delincuente”, asegura Muñoz Molina. Y entona un mea culpa: “De joven, para mí la ficción era todo. Poco a poco me di cuenta de la arrogancia que puede haber en el artista y de la necesidad de intentar que la ficción esté más apegada al mundo real. Y de ver el mundo real aparte de la ficción. Yo de niño vivía en la naturaleza, pero no la veía. Empecé a mirar la naturaleza con cuarenta y tantos años”.
Y aborda más aspectos del Quijote . “Para nosotros es la obra maestra de Cervantes pero en su tiempo lo que da prestigio es la poesía épica. Don Quijote es un éxito comercial, se traduce muy pronto, pero no le da lo que él aspira, el reconocimiento como parte de la élite poética. Por eso muere corrigiendo el Persiles y Sigismunda , con personajes aristocráticos, que cree que le dará esa fama. Me recuerda a Arthur Conan Doyle, que para nosotros es Sherlock Holmes, pero para él fue una desgracia porque quería ser considerado autor literario y escribía novelas históricas grandes, densas”.
Un Quijote que arranca, observa, como “una mezcla de novela corta italiana y entremés de porrazos, y que de pronto empieza a expandirse y es como una explosión”. Una obra en la que la locura del protagonista “no es exactamente la lucha del ideal contra la vulgaridad de la realidad, sino la del que está tan empapado de abstracciones teóricas que ha perdido el contacto con la realidad y quiere imponer su construcción mental a lo que tiene delante. Don Quijote, una vez se convence de algo, no se fija en la realidad y puede ser completamente dañino”, advierte. Una reflexión que Muñoz Molina lleva a una actualidad que le provoca “mucho miedo”.
“Hay partidos con responsabilidad de gobierno que celebran la batalla de Roncesvalles pese a ser fantástica”“En la primera parte del Quijote él no quiere ver las cosas. En la segunda, lo engañan. Son las dos facetas de los humanos. La facilidad con que nos engañamos a nosotros y con que podemos ser engañados. Ha estado siempre, pero ahora las fuerzas que te llevan al autoengaño y que te engañan son colosales, no pueden compararse no ya con el XVII, sino con hace 30 años. Y frente al triunfo de la ficción destructiva y de la ficción delirante hoy la literatura nos puede ayudar a estar en guardia, pero no ha existido nunca una maquinaria de engaño, dominación y manipulación como la que hay ahora”.
Y cita “la ficción de que los emigrantes nos están invadiendo y van a islamizar España y Europa, una ficción delirante y destructiva que convence a millones. Y vemos que se vuelve a celebrar la batalla de Roncesvalles, que partidos de gobierno la celebran pese a ser fantástica”. “Vivimos la mezcla de la ola reaccionaria y de la maquinaria del engaño, de la eliminación de la realidad. Hay una mezcla tóxica entre lo más primitivo y esas fuerzas aterradoras. Hoy estamos mucho más enajenados que el Quijote”, concluye.
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